
El mapa de Ismael
Ismael llevaba años dirigiendo la pequeña empresa familiar que heredó de su padre. Era eficiente, constante y algo solitario. Sus empleados lo respetaban, pero no se atrevían a decirle muchas cosas. Él lo justificaba: “mejor no complicarse”.
Pero últimamente, algo no encajaba. Las ventas iban bien, pero el ambiente era denso, los equipos desmotivados, y cada cierto tiempo alguien se iba sin dar demasiadas explicaciones. Él pensaba: “la gente ya no tiene compromiso”, y seguía adelante.
Hasta que un día, aceptó participar en una configuración sistémica organizacional. No sabía bien por qué, pero algo dentro le decía que había llegado el momento de mirar.
Durante la sesión, vio algo que nunca había querido ver:
El lugar del fundador, su padre, seguía ocupando un espacio invisible… y sagrado. Todos actuaban sin querer “tocar” su legado.
Ismael se dio cuenta de que no había tomado realmente su lugar. Dirigía, sí… pero seguía obedeciendo reglas no dichas.
Una representante —en el lugar del equipo— se atrevió a decir:
“No sabemos a quién seguir.”
Ismael sintió un escalofrío. Por primera vez, entendió que no se trataba de controlar más, ni de trabajar más duro. Se trataba de ocupar su sitio con legitimidad, de honrar el pasado sin quedar atrapado en él.
Al terminar la sesión, se quedó en silencio.
Y dijo una frase que cambió su camino:
“Ahora puedo elegir ser el líder que soy, no el que creía que debía ser.”
A partir de ahí, algo se movió.
No de golpe, pero sí con dirección.
El ambiente en la empresa empezó a cambiar.
Y sobre todo, Ismael dejó de caminar con la mirada en el suelo.
Ahora miraba el horizonte.
¿Te imaginas haber resuelto eso que te inquieta?
¿Cómo sabrías que algo ha cambiado?
A veces, basta con ver.
La configuración muestra.
Tú eliges.
