
El Equipo de Superhéroes Desordenado
Estaba Laura, que podía organizar cualquier cosa en segundos; Mateo, que inventaba objetos increíbles; Sofía, que entendía los sentimientos de todos; Daniel, que encontraba soluciones a cualquier problema; y Carlos, que podía comunicarse con todo el mundo.
En la colorida Ciudad Arcoíris vivía un grupo de niños con habilidades muy especiales. Todos formaban parte del “Club de Superhéroes del Barrio”, pero últimamente tenían un gran problema: ¡no podían trabajar juntos!
Un día, mientras discutían sobre cómo decorar su casa club, comenzaron a gritar todos a la vez.
“¡Mi idea es mejor!” decía Laura.
“¡Nadie escucha mis inventos!” se quejaba Mateo.
“¡Todos están enojados y nadie se da cuenta!” suspiraba Sofía.
“¡Tengo la solución perfecta pero nadie me presta atención!” protestaba Daniel.
“¡No puedo transmitir los mensajes si todos hablan al mismo tiempo!” exclamaba Carlos.
Justo en ese momento, un balón de fútbol atravesó la ventana de la casa club, rompiendo el cristal. ¡Era el momento perfecto para que los superhéroes demostraran sus poderes! Pero en lugar de actuar, cada uno comenzó a hacer cosas diferentes:
Laura empezó a organizar los trozos de vidrio. Mateo comenzó a diseñar una ventana indestructible. Sofía se preocupó por los sentimientos de todos. Daniel pensaba en cómo arreglar la ventana. Carlos intentaba preguntar a los vecinos si habían visto quién lanzó el balón.
Todos estaban tan ocupados haciendo sus propias cosas que no se dieron cuenta de que empezaba a llover y el agua entraba por la ventana rota, mojando todos sus dibujos y proyectos.
Al día siguiente, llegó a la escuela una nueva maestra, la Señorita Elena. No era una maestra cualquiera; era una “Entrenadora de Equipos Especiales”. Cuando vio a los niños discutiendo durante el recreo, les invitó a un juego especial.
“Vamos a jugar a ‘Ver el Sistema Completo'”, dijo la Señorita Elena con una sonrisa. “¿Sabéis lo que es un sistema?”
Los niños se miraron confundidos.
“Un sistema es como vuestro cuerpo”, explicó. “Tienes brazos, piernas, cabeza y corazón. Cada parte hace algo diferente, pero todas trabajan juntas. Si el corazón decidiera hacer su propio plan sin contar con los pulmones, ¿qué pasaría?”
“¡Nos enfermaríamos!” respondió Mateo.
“¡Exacto! Vuestro Club de Superhéroes es igual. Cada uno tiene un superpoder diferente, pero juntos formáis un sistema. Vamos a verlo.”
La Señorita Elena sacó una gran cuerda y pidió a los niños que formaran un círculo. Dio a cada uno un trozo de la cuerda para que la sostuvieran.
“Laura, cuando tú organizas, ¿a quién ayudas más?”
“Supongo que a Mateo, porque ordeno sus inventos”, respondió Laura.
“Bien, entonces mueve tu cuerda hacia Mateo”. Laura dio un paso hacia Mateo, creando una conexión visual con la cuerda.
La maestra continuó preguntando a cada niño cómo su poder afectaba a los demás. Pronto, la cuerda formaba un dibujo de estrellas que conectaba a todos.
“¡Mirad! Esta es vuestra red, vuestro sistema. Cuando uno se mueve, ¡todos sienten el movimiento!”
Para demostrarlo, pidió a Carlos que tirara suavemente de su cuerda. Todos sintieron el tirón.
“¿Veis? Cuando Carlos usa su poder de comunicación, afecta a todo el equipo. Y cuando Laura organiza, ayuda especialmente a Mateo, pero también a todos los demás.”
Los niños miraron asombrados la red que habían creado.
“Ahora, imaginad que tenéis que arreglar una ventana rota. En lugar de trabajar cada uno por su cuenta, ¿qué pasaría si usarais vuestros poderes como un sistema?”
Los niños comenzaron a pensar juntos:
“Yo podría sentir si alguien está preocupado por la ventana rota”, dijo Sofía.
“Yo podría comunicar esa preocupación a Daniel”, añadió Carlos.
“¡Yo encontraría la mejor solución!”, exclamó Daniel.
“Yo diseñaría los materiales necesarios”, dijo Mateo entusiasmado.
“Y yo organizaría todo el plan de trabajo”, completó Laura.
La Señorita Elena sonrió. “¡Eso es coaching sistémico! Ver cómo todas las partes están conectadas y cómo pueden trabajar juntas.”
Al día siguiente, cuando encontraron otra ventana rota en la escuela (esta vez por culpa de una rama caída), los niños pusieron en práctica su nuevo enfoque sistémico. En lugar de cada uno hacer lo suyo, se sentaron en círculo y hablaron sobre cómo sus poderes podían complementarse.
Sofía comenzó sintiendo las necesidades de todos, Carlos facilitó la comunicación, Daniel propuso soluciones, Mateo diseñó las herramientas necesarias, y Laura organizó el plan paso a paso.
¡En menos de una hora habían arreglado la ventana! La directora de la escuela quedó tan impresionada que les pidió que enseñaran a otros niños a trabajar en equipo.
“¿Sabéis qué?”, dijo la Señorita Elena cuando los felicitó. “Lo que habéis aprendido es lo mismo que hacen los grandes equipos en las empresas. Se llama ‘coaching sistémico organizacional’, y ayuda a que todos en un equipo vean cómo están conectados y cómo pueden trabajar mejor juntos.”
“¿Como si una empresa fuera un cuerpo con muchas partes?”, preguntó Mateo.
“¡Exactamente! Y vosotros habéis descubierto el secreto: cuando cada persona ve cómo su parte afecta a todo el sistema, ¡los superpoderes de todos se multiplican!”
Desde ese día, el Club de Superhéroes del Barrio se convirtió en el equipo más efectivo de Ciudad Arcoíris. No solo arreglaban cosas, sino que enseñaban a otros niños a ver los “sistemas” a su alrededor: en sus familias, en sus clases, incluso en la naturaleza.
Y todo comenzó cuando aprendieron a ver más allá de sus propios superpoderes, descubriendo la magia de trabajar como un verdadero sistema.
FIN
Nota: Esta historia ilustra conceptos básicos del coaching sistémico organizacional como la interconexión, los patrones de relación, la visión global y la influencia mutua, adaptados para todos puedan comprenderlos.